Se dice que las mujeres siempre estamos descontentas con lo que la vida nos da; nunca estamos satisfechas  y esto nos lleva a tomar, en algunas ocasiones, malas decisiones que nos marcan para toda la vida, como es el caso de la historia que les contaré el día de hoy y que espero les deje una buena enseñanza, como ha pasado conmigo.

En el año 2016 llega mi consulta una joven de aproximadamente 22 años, de ojos color miel grandes y que a pesar de ser muy hermosos se notaban tristes, mucho más al estar en contacto con aquel tapabocas que no ayudaba mucho y aún más su cabello recogido.

Con su caminar un poco lento, la vi caminar por el pasillo hasta llegar al famoso sofá morado, donde pude notar que me encontraba delante de una gran historia, esa historia que muy pocos quieren vivir, al notar su piel un poco amarilla y seca y su forma de caminar encorvada para su edad,  la saludé con un abrazo. Quería demostrarle que no sólo sería su odontóloga, podía ser su amiga, podía contarme aquello que la traía a mi consultorio y que ustedes conocerán ahora.

Leticia (como llamaremos a nuestra protagonista de hoy) estudiaba en un colegio distrital, ya que sus padres no tenían  los recursos para pagar un colegio privado.  Allí empezó su problema de discriminación ya que a sus 16 años no contaba con el cuerpo que toda joven quiere lucir, ella a pesar de tener una buena estatura,  se sentía muy “gorda” y esto la acomplejaba bastante,  mucho más cuando sus compañeras le decía “vaca”.

Leticia empezó a usar bodis y  pantalones ajustados, pero aun así no estaba orgullosa de lo que el espejo reflejaba.  Debía inventarse algo y que mejor que una “dieta”.  Así empezó a dejar de comer y como su abuela le obligaba, ella iba al baño y vomitaba o tomaba leche de magnesia para que le diera diarrea.  Ni agua tomaba, así empezó su ¡ANOREXIA!, sin importar que ya estaba en 45  kg. y que su estatura ya era de 1.68 m.

Con el pasar del tiempo Leticia se dio cuenta que estaba perdiendo su cabello y sus dientes, que sus uñas se había vuelto quebradizas  y que su piel era tan seca que le causaba dolor.  Lo que a ella más le preocupaba eran sus dientes y por eso fue al seguro para tratar de salvarlos, pero ya era un poco tarde, sólo le quedaron 8 dientes y esto la aisló mucho más; ya no quería salir a la calle, no sabía cómo enfrentar su situación a los 19 años.

Después de un par de años de lucha y tratamiento contra la anorexia, recibió la visita de un familiar de la abuela que al darse cuenta de su problema le recomendó la visita a mi consultorio, le dijo que aquí encontraría la solución a su problema y fue así como iniciamos tratamiento.

Hoy puede sonreír con tranquilidad después de 6 coronas con sus conductos, 8 implantes dentales, 2 prótesis y aunque el tratamiento no fue barato para ella, se endeudó con un préstamo, el que dice “paga con gana”.

Hoy Leticia está feliz, puede masticar los alimentos, su vida cambio al poder sonreír, se ve más joven y desde ese día es una fiel  visitante del sofá morado.

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